Un día como hoy, 19 de julio, pero de 1984, Héctor Espino puso fin a su exitosa carrera de pelotero en la Liga Mexicana de Beisbol, despidiéndose de los diamantes con un emotivo homenaje brindado por los Sultanes de Monterrey en el Parque Cuauhtémoc y Famosa.
El presidente del club, Ing. José Maiz García, informó que Espino había sido convocado en varias ciudades para enaltecer sus logros, pero que el máximo evento de despedida había sido organizado en Monterrey, donde el equipo regiomontano le dedicó una velada especial, en una noche inolvidable para el gran jonronero, para su familia y los aficionados que habían sido testigos de sus innumerables hazañas conseguidas sobre el diamante.
El último juego
Este era el último encuentro de su carrera. El partido fue ante los Rieleros de Aguascalientes en el parquecito ubicado en la calle General Anaya, el cual registró una gran asistencia.
Para dar inicio al homenaje, los integrantes de los dos equipos fueron alineados por las rayas laterales del pentágono a las bases. El reconocido bateador salió del dugout de los Sultanes acompañado por su familia, engalanando aquella noche inolvidable que iba a quedar grabada por siempre en la memoria de los asistentes.
Chabelo Jiménez, cronista sultán, hizo una remembranza de las múltiples hazañas logradas en su carrera, anunciando la despedida del formidable toletero. En total eran 37 récords, algunos logrados en una jornada, otros en una serie, otros en un año y muchos más a lo largo de su carrera. Complicado elegir el más importante.
La directiva regiomontana le hizo entrega de un trofeo monumental, señal clara de agradecimiento y cariño por todos los calendarios de bonanza legados a la novena. Posteriormente se realizó un precioso simulacro, cuando en forma simbólica se hizo el anuncio de un cuadrangular por el sonido local, como si el famoso tumbabardas lo hubiera conectado. La pelota se va elevando peligrosamente, se va, se va y se fue de jooooonróóóóón.
Enseguida, Espino, el hombre récord del beisbol mexicano recorrió las bases atrás de Omar, el más pequeño de sus hijos, ante el aplaudo del público y la felicitación de sus compañeros que lo esperaban en su llegada a la registradora.
El jonronero estaba feliz, estaba contento, rodeado por su familia. El simbólico recorrido había servido para admirar por última vez el trote jonronero del incomparable Supermán de Chihuahua. Espino se despedía para siempre del beisbol y desde ese momento se convertía en leyenda.